La vida religiosa es la que Jesús eligió para sí; la que María y José practicaron perfectamente; la que los Apóstoles e innumerables almas abrazaron; la que dio a la Iglesia tantos heroicos defensores de la fe, hombres de ciencia y arte, bienhechores en todo el ámbito social (ACV, 60).
Beato Santiago Alberione