La bienaventuranza final es la compleción del ser; nuestro ser pertenece a Dios. Por eso la bienaventuranza consistirá en reposar, uniformarnos, pertenecer a Dios... Por tal elevación estamos destinados a ver a Dios cara a cara, a conocerle como él se conoce a sí mismo (ACV, 29).
Beato Santiago Alberione