Por medio de María inmaculada pidamos la pureza del corazón, de modo que éste quede dominado por ansias y aspiraciones santas. ¡Que nunca se revuelva en el fango! ¡Que nunca se apegue a las cosas de la tierra, sino que de éstas sepamos hacer el uso necesario para salvarnos y para salvar! (Pr 5, 6).
Beato Santiago Alberione