El Señor revela muchas cosas al alma [virgen], cómo el Señor Jesús ejerce una atracción particular sobre esta alma y le comunica consolaciones y establece una verdadera amistad, que se demuestra precisamente con el intercambio de bienes: yo soy tuyo y tú eres mía; tú eres mío y yo soy tuya (APD56, 85).
Beato Santiago Alberione