Pensemos en cómo san José estrechaba a Jesús contra su pecho cuando era niño; pensemos cómo lo acariciaba, cómo proveía, con su trabajo, de todo lo necesario para el niño... Pensemos en cómo estaba asombrado, maravillado de cómo el Hijo de Dios lo obedecía (APD56, 228).
Beato Santiago Alberione