Debemos reconocer la gran necesidad que tenemos del Maestro divino… Sobre todo, pedir que el Hijo de Dios nazca en nuestros corazones, en nuestras mentes; nos transforme, porque ahí está la redención de cada uno: en hacerse semejantes a Jesucristo (Prediche, 1952-1953, 9).
Beato Santiago Alberione