El Hijo de Dios no busca [sino]lugares donde poner los tesoros de su santidad, de sus gracias, de su celo, de su corazón... Sólo lo encuentra en alguna alma escondida, en alguna alma con la cabeza inclinada, en algún corazón que está vacío de sí mismo y no busca sino a Dios (FSP31*, 119).
Beato Santiago Alberione