Pongámonos a los pies de la Virgen, oremos a los santos con exclamaciones fervientes, actos de dolor, de humildad y, sobre todo, el acto de esperanza y de amor de Dios. La desconfianza vaciará el corazón de nuestro yo. La confianza lo llenará de Dios (FSP31*, 143).
Beato Santiago Alberione