Cristo sigue siendo rey de la mente porque debemos aceptar su doctrina, sus enseñanzas y creer sólo en él. Él es rey de la voluntad porque sus mandamientos deben ser observados. Él es rey de los corazones, por eso debemos amarlo, con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón (FSP31*, 200).
Beato Santiago Alberione