Más blanca que la nieve del Carmelo,
más pura que el candor de la inocencia,
más limpia que del justo la existencia,
más grata que el amor y que el consuelo.
Mas tierna que la madre en su desvelo,
más noble que el deber de la conciencia,
más fragante que el lirio en su opulencia,
más delicada que el azul de el cielo.
Así es la flor de Nazaret, María,
que al abrir su corola inmaculada,
llenó el mundo de paz y de alegría.
Como Madre de Dios predestinada,
no pudo Satanás en su osadía
ni mancharla siquiera con su mirada.
Eduardo Gómez Haro
¡FELICIDADES VIRGEN MARÍA!,
MADRE NUESTRA RUEGA POR TUS HIJOS