"En el relato de la Visitación, san Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres oculto en el seno de su Madre, derrama el Espíritu Santo, manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo" (Catequesis mariana de San Juan Pablo II, el 2 de octubre de 1996)
María, que yo aprenda de ti a llevar el gozo de la Buena Nueva, con la sencillez de corazón de quien se sabe pobre vasija que encierra un tesoro tan grande y hermoso que no sabría explicar.
Tú fuiste a visitar a tu prima, ella ya en edad avanzada se encontraba también en estado, y tú fuiste a su lado, ¿qué sentiría Isabel para saber que en tu seno estaba el más precioso Tesoro, que tú eras la Madre de Nuestro Señor. Mi imaginación no alcanza a imaginar como fue aquel encuentro, y tú, aún adolescente, movida solamente por tu fe en Dios Padre, aún sin comprender bien, das tu Sí generoso para que se haga en ti la voluntad del Señor.
María, que madure y se afiance mi fe, para seguir siempre tu ejemplo de humildad y sencillez y así pueda anunciar a quienes me rodean, a Cristo, alegría del mundo.
Bajo tu amparo y protección Madre me acojo.
