repletas de bendición;
manos hoy ensangrentadas,
crispadas por el dolor.
Manos de Cristo, que muere
culpable porque vivió
con la vida y con las manos
abiertas, en puro don;
porque en ellas no encontraron
robo, discriminación,
ni bendiciones compradas,
ni juicios la pecador;
ni milagros ostentosos,
ni programa adulador
de los ricos y los fuertes,
del templo o de la nación.
Eran manos solo abiertas
a los hombres y a su Dios,
no porque los hombres tengan,
sino por ser lo que son.
No porque Dios sea....
sino porque Dios es Dios.
María Isabel Pereda
Nuevamente tomamos de ORAR LA VIDA, una colaboración sobre el Viernes Santo, como siempre agradeciendo a la Dirección Nacional del Apostolado de la Oración, nos permita publicarla en nuestro blog.