De la pobreza de tu herencia triste
solo he querido, madre, tu rosario:
sus cuentas me parecen el Calvario
que en tu vida de penas recorriste.
Donde los dedos al rezar pusiste,
como quien reza a Dios en el Sagrario,
en mis horas de errante solitario,
voy poniendo los besos que me diste.
Los cristales prismáticos y oscuros,
collar de cuentas y besos puros,
me ponen al dormir, circulo bello.
Y de mi humilde lecho entre el abrigo,
me parece que rezas tú conmigo,
con tus brazos prendidos a mi cuello.
Salvador Rueda