domingo, 22 de diciembre de 2019

Cuarto Domingo de Adviento - Ciclo A

Mari Muñoz, anunciatina que actualmente reside en Madrid, comparte hoy con nosotros su reflexión sobre el evangelio de este IV domingo de Adviento.


Ya muy próxima  la Navidad, la Iglesia nos ofrece en este Domingo, un texto muy entrañable que nos ayuda a vivenciar la realidad de que Dios se haya hecho hombre, “Dios se ha hecho hombre”,” Dios se ha hecho hombre”, “Dios se ha hecho hombre”, en nuestro corazón hemos de repetirlo como un mantra, para que de verdad pase a él y no se quede en simple razonamiento, conocidísimo por otra parte, que nuestro corazón entienda que Dios ha venido a restablecer su relación de amor con su criatura y librarla de toda angustia, ha venido a restaurarla, a hacerla libre y feliz, y por eso celebramos la Navidad.  

Del Evangelio de este Domingo he reflexionado  sólo el  versículo el 18.

“ El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. María , su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.”
Es decir, el Espíritu Santo, formó en María a Jesús; María estaba tan llena de Dios, que Dios se hizo hombre en su seno.

Jesucristo con su vida, muerte y resurrección nos ha capacitado a que esa maravilla de la Gracia se vuelva a realizar en nosotros.

La muerte y resurrección de Jesús tiene el poder de borrarnos los pecados, de forma, que es como si naciésemos de nuevo a una vida nueva, a la vida de Jesucristo, vivo, que nace en nosotros. Este nacimiento se realiza sin ruidos, por eso podemos frustrarlo, porque no obtenemos respuestas ni evidencias del exterior, se realiza entre Dios y su criatura, en la fe, y la criatura puede creerse que no es verdad al ser algo tan oculto, que nadie se da cuenta ni nos dicen nada.

Como María tenemos que esperar a que Jesús nazca de nosotros; mientras, Él ,se va formando, si nosotros lo acogemos en nuestro corazón.

En estos tres días que faltan para celebrar la Navidad podemos aún prepararnos para esta acogida del Señor que no es para la Nochebuena y el día de Navidad, sino para seguir durante todo el año en el crecimiento de esta acogida.

De todos los preparativos, la Iglesia nos recuerda los fundamentales en el Adviento como  la oración, el ayuno, la limosna, yo considero que el más importante es el de la oración.

He dicho la oración sobre todo con un silencio que hemos de hacer en nuestro ser, que considero vital para poder contemplar, primero a nosotros mismos, quienes somos, desde esta conciencia dirigirnos a nuestro Creador, y descubrir su Amor, tanto como para hacerse hombre y para que lo podamos abrazar y Él abrazarnos a nosotros.

Esta profundización, si es verdadera, nos tiene que llevar a sentirnos parte de una Humanidad sufriente, y por tanto compartir todo lo que tenemos, (limosna, no sólo de bienes materiales) Dios ha venido para salvarnos a todos, y cuando lo vivimos y compartimos nos llenamos también de una inmensa alegría.

El esfuerzo que se nos exige (ayuno) es algo que no  cuesta tanto si lo vivimos pensando en los demás.

Y María, ¿Cómo poder olvidarla? Ella y San José fueron los primeros que vivieron la Navidad. Les pido nos bendigan, nos acompañen y nos ayuden a vivir esta Navidad del 2019 con el amor, alegría y esperanza con que ellos vivieron la primera. Todos los hombres y mujeres del mundo entero, abriendo nuestro espíritu para que esta acogida sea real, y nadie se sienta solo, todos unidos a María y José. Y que esta acogida se vaya proyectando a lo largo de todos los días del Año Nuevo, para que la Navidad nunca termine, hasta que nos podamos encontrar todos en el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva que este maravilloso Dios nos ha prometido.
Mari Muñoz