Sin duda las devociones que redundan en
mayor honor de Dios y son más provechosas para nosotros son la santa Misa y la
comunión. Nada podemos hacer mejor que ofrecer al Señor la santa Misa y hacer
una comunión presentándola a Dios por medio de san Pablo. – Veamos qué
significa esto, cuán bueno es y cómo se hace.
La Misa y la
comunión, como todas las obras de culto y devoción, van siempre a terminar en
Dios, único principio y fin de nuestra vida. Pero podemos presentarlas mediante
los santos, hacerlas en unión con ellos, por ellos y en ellos. Esto quiere
decir que nosotros, buscando agradar a san Pablo, que tanto estimaba la Misa y
la comunión, realizamos estas dos obras de piedad; se las presentamos a Dios
por manos de san Pablo; tratamos de hacerlas con el espíritu de devoción que en
ellas ponía el Apóstol; hacemos nuestras sus mismas intenciones.
Que se trata de cosas santas es
indudable, pues son las prácticas que mejor nos obtienen las bendiciones de san
Pablo. En efecto, ¿qué puede haber de más santo, de más entrañable al corazón
de san Pablo que la santa Misa y la comunión? ¿No se ocupaba él de estas cosas
con todo su espíritu y con tal ardor y amor que se le iba el tiempo como
volando, sin darse cuenta? Sabemos que al menos dos veces pasó toda la jornada
dedicado a celebrar la santa Misa, confesar y predicar. – ¿Qué otra cosa podrá
ser más grata a san Pablo, sabiendo que la Misa y la comunión dan a Dios tanto
honor y sirven para merecernos incontables gracias?
En sus Cartas da
varias recomendaciones sobre la celebración de esos sagrados misterios; quiere
que se tenga la máxima limpieza de conciencia; que las mujeres lleven el velo
en la iglesia por reverencia a los ángeles que asisten temblando al santo
sacrificio de la Misa.
Recordemos el celo de san Pablo en la
celebración de los santos misterios para dar a conocer el precio de la sangre
de nuestro Señor Jesucristo. Convencidos de encontrar el gusto de Dios en el de
san Pablo, estemos atentos al oír muchas misas y hacer muchas comuniones.
Cuando venimos a la iglesia, convendrá
preguntarnos: si san Pablo estuviera en mi lugar, ¿cómo escucharía la misa y haría la comunión? ¿Cómo se
comportaba él? – Pidámosle también que nos preste su amor, su ardor,
especialmente el ardor y el amor vivísimos que ahora tiene en el cielo.
En cuanto a las intenciones,
ciertamente no nos será posible tenerlas mejores que las de san Pablo en la
tierra y especialmente las que tiene ahora en el paraíso. Nuestra Misa y
comunión ofrecidas al Señor por manos de san Pablo llegarán más seguramente al
corazón de Dios y con la intercesión de san Pablo nos obtendrán mayores
gracias.
Obsequio: Vivo la Eucaristía
con las mejores disposiciones para recibir las gracias que Dios me otorga.
Jaculatoria: San Pablo apóstol,
protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.