Es un hecho que, de muchas maneras, el tiempo de la pandemia lo está siendo de solidaridad. Mucha
gente se está acordando de los pobres. El Papa Francisco: “junto con la obligación de acordarse de los
pobres, una indicación preciosa: «cuando le des algo, dáselo de buena gana» (Dt 15, 10)… La caridad
requiere, sobre todo, una actitud de alegría interior. Ofrecer misericordia no puede ser un peso o un
fastidio del que liberarnos cuanto antes... ‘No desvíes tu mirada de ningún pobre, y Dios no desviará de
ti la suya’ (Tb 4, 7-8)… No es la apariencia lo que cuenta, sino la capacidad de detenerse para mirar a
la cara de la persona que pide ayuda (Audiencia 9-4-16). Obras de caridad que son el primer paso para
avanzar en la convicción de que otro mundo es posible. El Papa Francisco había dicho “la propuesta del
Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Y nuestra respuesta de amor tampoco debería
entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales, dirigidos a algunos necesitados. Eso
podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia
conciencia. La propuesta es ‘el Reino de Dios’… En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la
vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Y es que, tanto el
anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales.”(EG, 180). Para
construir “otro mundo que sí tenga alma”.
Manos abiertas que suplican y piden,
dolidos testigos de unos vacíos
que no llenarán tus palabreríos,
pues con obras solidarias se miden.
Y manos abiertas, dispuestas a dar
de lo que parece ser como mío;
cuando en mi mano yo sólo desvío
lo que Dios para todos quiere donar.
Manos que piden y dan se entrecruzan
y, aunque ahora a distancia lo hagan,
con la unción del amor quedan juntas.
Y, cruzándose, esa unión la propagan,
haciendo que llegue a tantas preguntas
pidiendo otro mundo que sí tenga alma.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)