El Evangelio de san Pablo no viene de
los hombres, sino de Dios. San Pablo no ha predicado cosas humanas, ni con las
palabras o con los métodos de la sabiduría humana, «para no hacer vana la cruz
de Jesucristo».
San
Pablo enseña que Jesucristo es el centro universal. Esta enseñanza constituye una declaración histórica. Los
últimos enemigos de la Iglesia, aun hoy, creen oponer al cristianismo esta
extraña dificultad: la religión de Jesucristo es una teoría, sólo una teoría.
Pero san Pablo, hace ya veinte siglos, les tapaba la boca y les convencía de su
ignorancia histórica: la religión cristiana es la historia del mundo,
¡Jesucristo es el centro de la historia!
«La riqueza de la gracia de Dios ha
sobreabundado en nosotros con infinita sabiduría e inteligencia para dar a
conocer el misterio de su amor que es
llevar la historia a su plenitud instaurándolo todo en Jesucristo».
Con esto, san Pablo
quiere decir que todos los siglos y los imperios y la historia precedente a Jesucristo fueron
para orientar el ambiente al Evangelio; los siglos posteriores son el
desarrollo del Evangelio, y los futuros serán la historia del progreso del
Evangelio.
Por la fe sabemos que los
siglos fueron adaptados en vista de Jesucristo, centro de la historia.
Jesucristo es el corazón de todos; y así como toda la sangre sale del corazón y
nutre los tejidos, así todo el bien brota de Jesucristo: éste es la cabeza de
todo (eso significa el verbo griego “recapitular”); a todos dirige y ordena
hacia sí; todos los hombres y los tiempos y las naciones y acontecimientos
dependen de él.
Obsequio: Repetir a menudo
durante el día el saludo “alabado sea Jesucristo”.
Jaculatoria: San Pablo apóstol,
protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.