En todas las cosas
sucede así: el amor se desata en alabanza, el amor enciende, el amor quiere
enaltecer a quien ama.
También hace así el Señor con sus
predilectos. Y así hizo san Pablo respecto a Jesucristo: «que Jesús sea
predicado, que Jesucristo reine, que Jesucristo sea amado».
Quien ama quiere hacer amar, quien ama
quiere llevar a los demás a participar de los frutos de su amor.
El verdadero devoto de san Pablo
predica a san Pablo, le da a conocer, hace que le recen, que le amen.
Todos somos deudores de san Pablo. Las
gracias de san Pablo son admirables. La devoción a san Pablo robustece el
espíritu.
Suele decirse que la devoción a san
Pablo no es popular, es devoción de los doctos, de los Padres de la Iglesia, de
los obispos...
¡Pero era la devoción del pueblo al
principio de la Iglesia! Llega la hora, y es ésta, en que la devoción a san
Pablo ha de tener de nuevo su sitio en el corazón del pueblo cristiano.
¿Qué
significa difundir la devoción a san Pablo?
Quiere decir darle a conocer, hacer que
se le rece. La devoción a san Pablo es algo de grande para un alma, y es un
gran don de la misericordia de Dios.
Por eso entra en las almas con más
dificultad.
Pero cuando empieza a entrar, se abre
camino, roba el corazón, se adueña del alma, transforma la vida y ya no decae,
crece de continuo. Hay que dar a conocer a san Pablo: su conversión, su trabajo
por las almas, sus tribulaciones, su corazón, sus Cartas, la vida, la misión,
la gracia.
Él es el caballero del Espíritu Santo,
el enamorado del Padre celeste, el devoto de María.
Su vida es interesantísima; edificante
resulta la historia de la redención de los gentiles, de nuestra redención.
Hay que hacer amar a
san Pablo, porque él nos ha amado antes, y nos quiere con cariño inenarrable;
porque nuestro corazón, en el amor a san Pablo, se llena de amor a Jesucristo y
ordena toda la vida a la patria celeste.
Hay que hacer que a san Pablo se le
rece, porque su potencia es pareja a
su amor; él nos atiende en todas
nuestras necesidades, y Dios le escucha. Las gracias que se obtienen son
múltiples, y los testimonios de reconocimiento crecen actualmente, de modo que
ahora los prodigios de su bondad no caben en un gran número de páginas.
Obsequio: Ofrecer una
estampa o por lo menos hablar una vez de san Pablo, animando a los demás a
rezarle.
Jaculatoria: San Pablo apóstol,
protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.