domingo, 14 de junio de 2020

Mes a San Pablo - día 14

CÓMO ERA EL CELO DE SAN PABLO
Para ser verdadero, el celo tiene que nacer de un corazón completamente enamorado del Señor; el apóstol debe tener una misión conferida por la autoridad legítima; ha de trabajar por la Iglesia. Quien no trabaja con una misión divina puede ser semejante a los predicadores que no han sido enviados y por tanto no reciben la bendición del Señor. Quien no trabaja unido a la Iglesia acaba desparramando; desgraciadamente, ¡cuántos herejes, cuántos cismáticos han errado el camino en esto! Todo debe partir del Papa y volver al Papa: «Donde está Pedro, ahí está la Iglesia». Quien no trabaja con Jesucristo, desparrama; y no trabaja con Jesucristo quien no está bien unido al Papa.
Nuestro santo Apóstol tenía genuino celo, fundado en el amor a nuestro Señor Jesucristo. Ya hemos considerado que su corazón ardía con el más vivo y puro afecto al Señor, por quien supo sufrirlo todo, soportarlo todo; no deseaba sino dar a conocer a Jesucristo y ganar almas para él. De Jesucristo había recibido su misión, pero con todo fue a Jerusalén para poner al corriente a san Pedro como primer papa. Aún más, san Pablo, estando en Antioquía de Siria, tuvo una visión maravillosa: nuestro Señor Jesucristo se le presentó y le mandó ir a Jerusalén. En efecto, san Pablo fue, estuvo algunos días en Jerusalén, habló con san Pedro sobre el Evangelio, y luego aguardó a que san Pedro estableciese dónde tenía que ir él a predicar. Y el Vicario de Jesucristo le envió precisamente a los gentiles. Su cuidado y principal recomendación a los fieles era siempre la de que estuvieran unidos a la Iglesia. Por lo menos trece veces, entre los Hechos y las Cartas, repite Pablo estos conceptos: obedeced a vuestros pastores, no hagáis caso a quien os enseña diversamente de cuanto os enseña la Iglesia, ateneos a las decisiones del concilio de Jerusalén, etc.
Obsequio: lee algún documento reciente del Papa Francisco y busca de manera concreta ponerlo en práctica
Jaculatoria: San Pablo apóstol, protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.