La eficacia del
apostolado del ejemplo suele considerarse poco; y sin embargo el ejemplo tiene
un gran valor. ¿Quién puede sustraerse a su influjo? San Pablo, al menos 21
veces en sus Cartas, nos exhorta a dar buen ejemplo y a guardarnos de presentar
a los otros malos ejemplos.
El Apóstol no se contentaba con
recomendar el apostolado del ejemplo. Él mismo, y más que todos, lo practicaba:
No queremos, dice, dar escándalo alguno para que no caiga en descrédito nuestro
ministerio; no es pecado que yo coma ciertas viandas (prohibidas antes al
pueblo hebreo), pero si algunos se escandalizaran al verlo, no las comeré
jamás.
En Tróade san Pablo
encontró a un primo suyo llamado Lucas, que era un médico de Antioquía, de
grande ingenio y escritor elegante. Desde que vio a san Pablo, todo celo y
ardor, cambió él enteramente su vida haciéndosele semejante en el fervor y en
el celo: con él predicó, instruyó a las poblaciones, con él se expuso a los
insultos y calumnias, con él soportó golpes y persecuciones. Cuando se sentía
extenuado y cansado, miraba a Pablo y se reencendía en él el espíritu de
sacrificio y el amor a las almas. Escribió el evangelio, llamado precisamente
de san Lucas, y suyos son también los Hechos de los Apóstoles. El ejemplo de
san Pablo había sido tan eficaz en su ánimo que creyó útil proponer a san Pablo
como modelo para los demás; de ahí que las noticias más particulares que
tenemos del Apóstol nos las ha procurado san Lucas.
Obsequio: hoy cuidaré mis
conductas para evitar cualquier mal ejemplo que afecte a los que me rodean.
Jaculatoria: San Pablo apóstol,
protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.