SAN PABLO, APÓSTOL CON LA PALABRA
San Pablo dice
claramente y como regla general: La fe viene por oír la palabra del Evangelio.
Y es en esto donde mayormente brilla el celo de san Pablo. Su palabra se
adaptaba siempre a los oyentes, llena de calor, convincente, penetrante, aunque
sencilla dentro de su sublimidad y ajena a vanos ornatos retóricos. Su
expresión era fluida y abundante. Llevado prisionero a Roma, invitó en la cárcel
a los hebreos para instruirlos en su religión: acudieron ellos, y fue tal la
vivacidad de su discurso y la fuerza de sus argumentos que los oyentes no se
cansaban y estuvieron oyéndole desde la mañana hasta la noche.
En Listra, el pueblo se entusiasmó tanto
con la palabra del Apóstol que le llamaban Mercurio, o sea el dios de la
elocuencia, y a toda costa querían sacrificarle un novillo, como se usaba hacer
con las divinidades paganas.
San Anselmo, hablando de la predicación de san Pablo,
dice que éste recorrió desde el mar Rojo hasta el Atlántico llevando doquier la
luz de la verdad. En efecto, fue como el sol que ilumina todo el mundo, hasta
poder decir que a Pablo le faltaron mundo y pueblos que convertir, mientras él
no faltó a ninguno. Tal es la medida de su celo.
San Pablo hablando de los predicadores
de las verdades evangélicas exclama: ¡Qué santos son sus pasos, es decir las
fatigas de estos anunciadores de la buena nueva!
Sí, es hermoso y
santo dar a conocer a nuestro Creador; hermoso y santo dar a conocer a nuestro
Señor Jesucristo; hermoso y santo dar a conocer la Iglesia, su doctrina, sus
sacramentos, sus preceptos.
Obsequio: leeré un texto del
Evangelio y trataré de reflexionarlo para ver qué dice a mi vida
Jaculatoria: San Pablo apóstol,
protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.