Hoy empieza la tercera parte del mes
dedicado a san Pablo, en la que consideraremos la devoción al Apóstol. Veamos
ante todo cuán grande es su poder en el cielo.
Podemos abrigar tanta confianza en un
santo cuanto más sabemos que sus oraciones son acogidas por el Señor y que él
nos ama.
¡Qué grandes deberán
ser, pues, nuestra confianza y estima en el poder de san Pablo! Si era tan
santo, ¡cuánto acogerá el Señor sus oraciones! Si era tan poderoso en la
tierra, ¡cuánto más debe serlo en el cielo! No temamos en pedirle demasiado, no
tengamos duda ninguna de que él pueda atender
nuestras peticiones. ¿Pedimos quizás más que la resurrección de un muerto? Pues
bien, el Señor obró la resurrección de un muerto en fuerza de las
oraciones de san Pablo.
Y si en la tierra sus pañuelos tenían la virtud de arrojar los demonios, ¿qué deberá decirse de sus oraciones? Más aún, recordemos bien que a los santos se les honra mayormente pidiéndoles gracias, pues esta confianza en su poder de intercesión es lo que les exalta. ¿Necesitamos santidad, la victoria sobre la pasión más fuerte, la ciencia necesaria para nuestro estado, la salud que ha sido agitada por las enfermedades? Oremos, oremos con confianza. Sin duda lo obtendremos todo. Recordemos que no nos faltará el poder de san Pablo, más bien faltará nuestra confianza en él: esta confianza será la medida para ser escuchados.
Obsequio: con fe y
esperanza, pido a Dios me conceda la felicidad de San Pablo, para buscar así la
felicidad.
Jaculatoria: San Pablo apóstol,
protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.