El riesgo del virus nos ha puesto en guardia para cuidar la vida y salvarla a toda costa. Pero la
vida no tiene sólo un aspecto ni hay un solo virus que la amenace. Oigamos al Papa Francisco:
“el riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al
pensar que la vida mejora, si me va mejor a mí; que todo irá bien, si me va bien a mí. Se parte de
esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en
el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está
pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia
que mina de raíz la salud de toda la humanidad” (Homilía, 19-4-20)/ “Con anchura en su cuidado
pensemos - y sin quedar en la vida que acaba - a lo que no acaba demos sus vuelos”.
Nunca se había recordado tanto
la importancia de cuidar nuestra vida,
que tantas veces ha estado absorbida
por mostrar cada quien su “cuánto aguanto”.
De repente hemos cambiado de acto:
con tantas cosas que han sido barridas,
y en su raíces con tal fuerza herida
requiere que la cuidemos con tacto.
Con anchura en su cuidado pensemos,
y sin quedar en la vida que acaba
a lo que no acaba demos sus vuelos.
Hermosa es toda tu vida abarcada
sin dejarte reducir tus anhelos
y en el futuro de Dios ensanchada.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)