A san Pablo hemos de pedirle las gracias que nos son más necesarias. Y
éstas son dos: nuestra santificación y adquirir la virtud que más nos interesa.
La santificación es la gracia general y hay que pedirla durante toda la vida;
la adquisición de la virtud más necesaria es lo que precisamos en el momento
actual. Nuestra santificación es necesaria como la finalidad principal de la
vida: «Una sola cosa es necesaria» dijo Jesucristo a Marta, preocupada por
demasiadas cosas. ¿De qué nos valdrán las riquezas, los honores y los placeres
si no nos salváramos? «Sean perfectos –dijo también Jesús–
como es perfecto su Padre celeste». Pero esta perfección no se alcanza de
golpe: hay que comenzar por una virtud y luego luchar hasta poseerla. Virtud a
virtud, con fuerza, orando, trabajando, con los exámenes de conciencia y con la
vigilancia.
San Pablo tuvo
siempre ante sí este ideal altísimo, que le guió en todo: salvarse,
perfeccionarse, hacerse santo, a costa incluso de los más graves sacrificios,
«con tal de llegar al final de mi carrera ».
Y se lo predicaba a los demás: «Tiendan a la perfección», sean santos. «Comportémonos en todo con mucha paciencia en las
tribulaciones, en las angustias, en las necesidades, en los apaleamientos, en
las cárceles, en medio a las sediciones, en las fatigas, en las vigilias, en
los ayunos; con la castidad, con la ciencia, con la longanimidad, con la
mansedumbre, con el Espíritu Santo, con la caridad; con la palabra de la
verdad, con la fuerza de Dios, con las armas de la justicia a derecha y a
izquierda; por medio de la gloria y de la ignominia, de la infamia y del buen
nombre; como seductores, pero veraces; como ignorados, pero conocidos; como
moribundos, pero bien vivos; casi con melancolía, pero siempre alegres; casi
como mendigos, pero haciendo ricos a muchos; como privados de todo, pero
poseedores de todo».
En su vida, san
Pablo se esforzó especialmente en adquirir la caridad verdadera, que «es
paciente y benigna, que todo lo soporta» hasta la muerte... Dominó su carácter,
frenó su ira, se hizo fuerte como un león y manso como un cordero.
Obsequio: reconozco las
gracias que necesito y se las pido a San Pablo
Jaculatoria: San Pablo apóstol,
protector nuestro, ruega por nosotros y por el Apostolado de las Ediciones.