Es un hecho que el tiempo de coronavirus y el confinamiento que supone son generadores
de una tristeza que mal sabemos digerir. El Papa Francisco, en la Eucaristía del Corpus,
salía al encuentro de esta situación. Nos decía: “Con Jesús podemos inmunizarnos de la
tristeza. Ante nuestros ojos siempre estarán nuestras caídas y dificultades, los problemas
en casa y en el trabajo, los sueños incumplidos. Pero su peso no nos podrá aplastar porque
en lo más profundo está Jesús, que nos alienta con su amor” (14-6-20). “Pero no sólo lo
malo se menea, -que mucho y bueno hay en mis anhelos - de afectos provocar una marea”.
los muros de la casa quedan cortos,
a la familia me cierro y poco aporto,
y es frecuente que asome la crudeza.
Que del ánimo salga la grandeza:
es mi súplica al ya sentirme roto.
Y es verdad que si mi interior no acoto
desde dentro me salen las proezas.
Estar tristes es la culpa del momento
que a tal punto nos hiere y zarandea
de sacar lo más duro del adentro.
Pero no sólo lo malo se menea,
que mucho y bueno hay en mis anhelos
de afectos provocar una marea.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz