De nuevo hemos de agradecer a D.
Pedro Jaramillo, que continúe compartiendo estos sonetos, fruto de llevar a la
oración la dura realidad que al mundo nos está tocando vivir y especialmente en
países en los que está dejando a más personas en una situación muy difícil para
sobrellevarla y poder superarla.
En este tiempo de pandemia, nos debatimos entre el límite y el horizonte. El
límite lo da nuestra propia condición humana. El horizonte es una salvación
cuya realización concreta tiene siempre una dimensión de “misterio”, pero que
la lanza a un más allá de la “auto-salvación”. En la Oración en la Plaza de San
Pedro, recordaba el Papa Francisco: “el inicio de la fe es sabernos necesitados
de salvación. No somos autosuficientes ni solitarios; solos…, nos hundimos.
Necesitamos al Señor como los antiguos marineros necesitaban las estrellas.
Invitemos a Jesús a la barca de nuestras vidas. Depositemos en Él nuestros
miedos, para que Él los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos
que, con Él a bordo, no hay naufragio. Porque ahí está la fuerza de Dios:
convertir en bueno todo lo que nos sucede, incluso las cosas malas. Él trae la
calma a nuestras tempestades, porque con Dios la vida nunca muere” (27-3-20).
”Pues que todo abarcarlo no podemos,- decídete a ensanchar tus horizontes, -
que a tu pensar nunca le serán ajenos”.
Bueno te es reflexionar en lo humano
y hacerte consciente de su límite:
que no quiere decir que tú dimites
del horizonte que tienes regalado.
Una cura de humildad nos ha alcanzado
y bien te hará saber que tú la admites.
Si tu soberbia te pide que la evites,
quedará tu interior más bien tocado.
Pues que todo abarcarlo no podemos,
decídete a ensanchar tus horizontes,
que a tu pensar nunca le serán ajenos.
No temas a los mentales desmontes:
que si a Dios tú lo acoges por entero,
sin agotarse correrá tu Fonte.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)