Hay momentos en los que, para tener visión de conjunto, es preciso volar muy alto. No para evadirse, sino para no perder ningún aspecto de la realidad que estamos llamados a transformar. El Papa Francisco nos recordaba: “Una emergencia como la del COVID-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad. La que romperá todo el fatalismo en el que nos estamos viendo inmersos y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común y, así, responder todos a una a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, esa reserva de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o silenciado” (Un plan para resucitar, 27-4-2020) “Que no seamos de estrecha mirada - para ser a las alturas lanzados, - pues Dios nos hizo con almas aladas”
En ser águila no es locura pensar
ni difícil es volar a su altura,
y llegar a no tener nunca hartura
de las cosas en su conjunto mirar.
Cuando nuestro vuelo es rastrero y banal
es difícil admirar la espesura
que se convierte más bien en captura
de quien en alto no se atreve a volar.
Confundidos y atrapados estamos
y nuestras alas tenemos cansadas
hasta el punto de dudar si volamos.
Que no seamos de estrecha mirada,
para ser a las alturas lanzados,
pues Dios nos hizo con almas aladas.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)