Recuerdo que, cuando era pequeña no entendía porque la ciudad se tornaba gris, oscura. Las gentes, recordando los seres queridos que habían fallecido y a los que ya no podían abrazar, o decirle gracias, o pedir perdón, estaban llenas de tristeza.
En estos días, del mes de noviembre, las redes se han inundado de mensajes, pidiendo oración por los que ya no están junto a nosotros.
A decir verdad, después de pasar por la experiencia de la partida a la Casa del Padre de familiares, especialmente mis padres, amigas y Hnas de vocación, muy queridas, y una lista muy grande que se acrecienta conforme van pasando los años, he podido comprobar lo doloroso que es este hecho, este alumbramiento a la Nueva Vida. Sabemos que van a la Casa del Padre, pedimos que María como buena Madre nuestra que es, los haya guiado y acompañado al encuentro con Dios.
Como todas las personas, he pasado mis momentos de desolación y dolor profundo, pero cuanto más me dolía, más rezaba para que volviese la paz a mi. Empecé a comprender que no estaba enfocando bien esta situación de desamparo, lloraba por la pérdida, pero no era capaz de ver nada más que esta pérdida, cuando debería agradecer el tiempo que estuve con ellos, lo mucho que me ayudaron, y tener la certeza de que desde el Cielo, ellos seguirían pidiendo al Padre por los que aún estamos en camino.
Es en este momento cuando todo cambió, los siento muy cerca de mi, están en mi corazón, un corazón agradecido a Dios por habérmelos dado para ayudarme a caminar y así siento añoranza, pero con la confianza de que el Señor nos volverá a reunir en ese amor universal, sin fronteras, ni exclusiones que sólo en la unidad con Dios se puede experimentar.
No entiendo la tristeza, si entiendo el recuerdo agradecido e incluso la manifestación del mismo con unas flores, aunque la mejor flor que les podemos dar es nuestra oración, la celebración Eucarística, y el rezo del Santo Rosario, por quienes añoramos y por aquellos que no tienen a nadie que pida por su descanso.
María , presente en nuestra vida, transforme la tristeza en frutos de amor, y al final de nuestra andadura por este mundo, nos tome de su mano, para llevarnos a la Casa del Padre.
Rosa Mª C. M.