Es fuerte que el tiempo del coronavirus, a medida que se alarga, se nos pueda convertir en rutina y,
sobre todo, que nos acostumbremos a la lista “anónima” de fallecidos… De ordinario, no sabemos
“quién” y no sabemos “cómo”, sólo sabemos “dónde” y “cuántos”… Pero no mueren números, mueren
“nombres”. Y cada nombre es una historia personal de proyecto, de relación y de vida… Es deber de
fraternidad universal sentirnos unidos a ellos y ellas – cercanos o lejanos - y, con ellos y ellas, “apostar
por la vida”.
Muchos son los que, a solas, nos dejaron,
y con ellos algo nuestro se nos fue,
porque somos parte de aquella o de aquel,
no importa que cercanos sean o lejanos.
Dispersos, familia somos de hermanos.
No son números los de la lista cruel.
Cuando sin nombres los escuchamos leer,
que en oración se eleven nuestras manos.
En la noche de esta dura y grande prueba,
no vale que creamos la mentira
de estar nosotros al resguardo de ella.
Pues que estamos del virus en la mira,
corazones aunemos a las buenas
y, juntos, apostemos por LA VIDA.
P. Pedro Jaramillo
Parroquia de San Juan de la Cruz (Guatemala)