Fue un día de fiesta para toda la Familia Paulina por este gran don, que nos llegó en vísperas de Navidad. Don Bernardo ha sido un don, sobre todo,
para la Iglesia Católica en Rusia y en Kazakhstan, después de la caída del
comunismo, porque se prodigó de manera incansable siguiendo las huellas de San
Pablo y del Beato Santiago Alberione. El 21 de diciembre de 2020 el
papa Francisco ha autorizado a la Congregación de las Causas de los Santos a
promulgar el Decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios Bernardo
Antonini, de la Diócesis de Verona (Italia) y perteneciente al Instituto
Jesús Sacerdote, de la Familia Paulina.
He aquí un
breve perfil de la vida de este Siervo de Dios:
Nació en
Cimego Trento, Italia) el 20 de octubre de 1932. Poco después de su
nacimiento, la familia se trasladó a Raldon (Verona, Italia). En 1943, el
Siervo de Dios ingresa en el Seminario de Verona. Ordenado sacerdote el 26 de
junio de 1955, fue nombrado vicario parroquial de San Miguel Extra en Verona.
En 1962 consigue la Láurea en Lenguas Extranjeras Modernas por la Universidad
Católica de Milán. Dos años después obtiene la Licencia en Teología Dogmática
por la Facultad Teológica de Venegono. De 1956 a 1972 fue profesor del
Seminario Menor de Verona. En 1975 consigue la Licencia en Sagrada Escritura
por el Instituto Bíblico de Roma y comenzó la docencia en el Instituto
Teológico “San Zeno” y en el Instituto “San Pedro Mártir”, de Verona. En
1977, entró a formar parte del Instituto Secular Sacerdotal “Jesús Sacerdote”,
fundado por el Beato Santiago Alberione, emitiendo los votos perpetuos el 5 de
abril de 1991. En 1980 recibe el encargado de la formación del clero joven.
En
el 1989, con la era de Gorbachov y las consiguientes aperturas del mundo
soviético, el Siervo de Dios se fue a Moscú como estudiante y misionero,
ofreciendo la propia colaboración a Mons. Kondrusiewiez, en aquel entonces
Administrador Apostólico para toda la Rusia europea y, a continuación,
Arzobispo de la Madre de Dios en Moscú. En 1993, el Siervo de Dios fundó y
dirigió en Moscú el Seminario Regina Apostolorum, donde enseñó Sagrada
Escritura. Formó a los primeros sacerdotes católicos rusos. Dio vida y coordinó
la actividad del periódico “Svet Evengelija” y del Instituto Teológico “Santo
Tomás de Aquino”. En 2001 fue enviado a Karaganda, Iglesia muy pobre, donde
tuvo los encargos de Vice-Rector del Seminario Mayor, Director del periódico de
la diócesis y Vicario Episcopal para la Pastoral. Y aquí Murió el 27 de marzo
de 2002, a causa de un aneurisma.
El Siervo de
Dios vivió heroicamente la virtud de la fe. Fue un hombre extrovertido,
valiente, lleno de vitalidad y generoso. Fue devoto de la Virgen, a la que
invocaba con el rezo del Rosario. En los cambios que se dieron en Rusia en el
año 1989, vio cómo se realizaban las promesas de Fátima sobre la conversión del
país. Por ello, pidió ir a Moscú. Vivió la fe como sustancia de su sacerdocio
misionero que se basaba en el amor y celo por la Palabra de Dios, que
deseaba llevar “hasta los confines de la tierra”.
Sobre la heroicidad de la virtud de la esperanza, la
perspectiva de los bienes futuros sostuvo al Siervo de Dios en su compromiso
misionero. En las situaciones desesperadas, exhortaba a todos a no preocuparse,
porque el Señor -decía- ha muerto por nosotros y la Iglesia está en sus manos.
Leía con esperanza las vicisitudes históricas de su tiempo.
El
Siervo de Dios amaba al Señor sobre todas las cosas. Prueba de ello son la
prontitud al desarraigo, sus relaciones encaminadas al bien de los demás, el
haber puesto todas sus capacidades al servicio de la gloria de Dios y no de su
propia persona. Estaba lleno de Dios, hablaba de Él en toda ocasión. La caridad
heroica hacia el prójimo la concretaba el Siervo de Dios con la “caritas
pastoralis”. No reservaba nada para sí. Los contenedores que pedía le enviasen
de Verona los compartía, en partes iguales, con la Iglesia Ortodoxa,
considerando esto como una obra de “caridad ecuménica”. Hacía que cada uno se
sintiese interesante y único. Ayudaba a todo el que se lo pedía, aun a costo de
pasar por ingenuo, con tal de no dejar sin ayuda a quien verdaderamente lo
necesitase.
En este Año Bíblico de la Familia Paulina, Don Bernardo
Antonini es un verdadero ejemplo “para que la Palabra de Dios corra”. Revivimos
el don de nuestra vocación paulina y, siguiendo las huellas de nuestro
Fundador, también nosotros hemos de hacernos disponibles a “hacer algo por los
hombres del nuevo siglo”, con alegría, creatividad y profecía evangélica.-
Domenico Soliman, SSP
(artículo publicado en paulus.net)