viernes, 22 de enero de 2021

BERNARDO ANTONINI PROCLAMADO VENERABLE

      Fue un día de fiesta para toda la Familia Paulina por este gran don, que nos llegó en vísperas de Navidad. Don Bernardo ha sido un don, sobre todo, para la Iglesia Católica en Rusia y en Kazakhstan, después de la caída del comunismo, porque se prodigó de manera incansable siguiendo las huellas de San Pablo y del Beato Santiago Alberione. El 21 de diciembre de 2020 el papa Francisco ha autorizado a la Congregación de las Causas de los Santos a promulgar el Decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios Bernardo Antonini, de la Diócesis de Verona (Italia) y perteneciente al Instituto Jesús Sacerdote, de la Familia Paulina.
           He aquí un breve perfil de la vida de este Siervo de Dios:
         Nació en Cimego  Trento, Italia) el 20 de octubre de 1932. Poco después de su nacimiento, la familia se trasladó a Raldon (Verona, Italia). En 1943, el Siervo de Dios ingresa en el Seminario de Verona. Ordenado sacerdote el 26 de junio de 1955, fue nombrado vicario parroquial de San Miguel Extra en Verona. En 1962 consigue la Láurea en Lenguas Extranjeras Modernas por la Universidad Católica de Milán. Dos años después obtiene la Licencia en Teología Dogmática por la Facultad Teológica de Venegono. De 1956 a 1972 fue profesor del Seminario Menor de Verona. En 1975 consigue la Licencia en Sagrada Escritura por el Instituto Bíblico de Roma y comenzó la docencia en el Instituto Teológico “San Zeno” y en el Instituto “San Pedro Mártir”, de Verona. En 1977, entró a formar parte del Instituto Secular Sacerdotal “Jesús Sacerdote”, fundado por el Beato Santiago Alberione, emitiendo los votos perpetuos el 5 de abril de 1991. En 1980 recibe el encargado de la formación del clero joven.
          En el 1989, con la era de Gorbachov y las consiguientes aperturas del mundo soviético, el Siervo de Dios se fue a Moscú como estudiante y misionero, ofreciendo la propia colaboración a Mons. Kondrusiewiez, en aquel entonces Administrador Apostólico para toda la Rusia europea y, a continuación, Arzobispo de la Madre de Dios en Moscú. En 1993, el Siervo de Dios fundó y dirigió en Moscú el Seminario Regina Apostolorum, donde enseñó Sagrada Escritura. Formó a los primeros sacerdotes católicos rusos. Dio vida y coordinó la actividad del periódico “Svet Evengelija” y del Instituto Teológico “Santo Tomás de Aquino”. En 2001 fue enviado a Karaganda, Iglesia muy pobre, donde tuvo los encargos de Vice-Rector del Seminario Mayor, Director del periódico de la diócesis y Vicario Episcopal para la Pastoral. Y aquí Murió el 27 de marzo de 2002, a causa de un aneurisma.
El Siervo de Dios vivió heroicamente la virtud de la fe. Fue un hombre extrovertido, valiente, lleno de vitalidad y generoso. Fue devoto de la Virgen, a la que invocaba con el rezo del Rosario. En los cambios que se dieron en Rusia en el año 1989, vio cómo se realizaban las promesas de Fátima sobre la conversión del país. Por ello, pidió ir a Moscú. Vivió la fe como sustancia de su sacerdocio misionero que se basaba en el amor y celo por la Palabra de Dios, que deseaba llevar “hasta los confines de la tierra”.
Sobre la heroicidad de la virtud de la esperanza, la perspectiva de los bienes futuros sostuvo al Siervo de Dios en su compromiso misionero. En las situaciones desesperadas, exhortaba a todos a no preocuparse, porque el Señor -decía- ha muerto por nosotros y la Iglesia está en sus manos. Leía con esperanza las vicisitudes históricas de su tiempo.
El Siervo de Dios amaba al Señor sobre todas las cosas. Prueba de ello son la prontitud al desarraigo, sus relaciones encaminadas al bien de los demás, el haber puesto todas sus capacidades al servicio de la gloria de Dios y no de su propia persona. Estaba lleno de Dios, hablaba de Él en toda ocasión. La caridad heroica hacia el prójimo la concretaba el Siervo de Dios con la “caritas pastoralis”. No reservaba nada para sí. Los contenedores que pedía le enviasen de Verona los compartía, en partes iguales, con la Iglesia Ortodoxa, considerando esto como una obra de “caridad ecuménica”. Hacía que cada uno se sintiese interesante y único. Ayudaba a todo el que se lo pedía, aun a costo de pasar por ingenuo, con tal de no dejar sin ayuda a quien verdaderamente lo necesitase.
En este Año Bíblico de la Familia Paulina, Don Bernardo Antonini es un verdadero ejemplo “para que la Palabra de Dios corra”. Revivimos el don de nuestra vocación paulina y, siguiendo las huellas de nuestro Fundador, también nosotros hemos de hacernos disponibles a “hacer algo por los hombres del nuevo siglo”, con alegría, creatividad y profecía evangélica.-
 Domenico Soliman, SSP
(artículo publicado en paulus.net)