Nuestra Hna. Mari, comparte con nosotros su reflexión de este Domingo IV de Cuaresma. Le agradecemos su participación que ella misma nos explica.
Mi reflexión, de tan solo dos versículos de este Domingo, se transforma en oración, una oración personal, que comparto para quien también la quiera hacer suya.
“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.” (S. Jn. 3,14-15)
Elevado por el
sufrimiento, para que yo tenga vida. Que cuando yo me encuentre aplastada por
el mal, sea capaz de elevar mi mirada hacia Ti.
Señor, ¡qué manera de
ser Rey! Ayúdame a comprenderte y a cambiar mi forma de pensar, ayúdame, Jesús,
a ser pobre, a despojarme de tantos hilos invisibles y visibles, que me impiden
acercarme a Ti
Que nunca me olvide de
mirar a mi salvación que eres Tú, Jesús, clavado en una cruz fría y desabrida.
Que todo lo frío y desabrido de mi vida lo una a Ti, y lo transformes en amor y
salvación.
Señor, nuestro pecado
no tiene nombre.
Señor, en la cruz nos expresas la máxima manifestación de tu amor. Mari Muñoz