Si de veras queremos entrar en el espíritu del Maestro divino, en las intenciones por las que se encarnó, debemos tener su mismo programa de vida:primero, glorificar a Dios en Jesucristo, con Jesucristo; y segundo, contribuir con el apostolado a la misión del Hijo de Dios encarnado, o sea la paz entre los hombres (APD58, 288).