El corazón de la Pastorcita, poco a la vez debe hacerse semejante al del Buen Pastor, que buscaba las almas por valles y collados. Amor, pues, a los pecadores, y también a las almas que tanto merecen nuestra compasión. Tengamos piedad de las que gimen y piden nuestro socorro (PrP I, 98).
Beato Santiago Alberione