Agradecemos a Mari el que comparta con nosotros esta reflexión que escribió el pasado 15 de mayo.
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales” ( Ef. 1,3)
Es este, versículo de la Carta a los Efesios, el que enmarca el título de mi artículo, “me deseo, te deseo TODO BIEN”
Cuando animaba a una amiga mía a que se desease TODO BIEN, no lo podía entender porque ella siempre pensaba en los demás en sus peticiones; le parecía muy egoísta pedir para ella misma. Desearse todo bien, sin más, tal como lo puede entender el mundo, sí puede ser una postura bastante egoísta, pero tal como lo quiero presentar está muy lejos de ello. Esa frase tiene muchas connotaciones, y son todas reunidas las que le dan el sentido con el que yo la veo.
En primer lugar, se parte de que Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, nos ha bendecido, es decir, nos ha llenado de bienes espirituales y celestiales, toda clase de estos bienes ya están en nosotros, es como si nos hubiera tocado el primer premio de la lotería, ¡millones de euros! tenemos el boleto, pero necesitamos ir al banco para hacer efectivo el premio. Para mí, desearme TODO BIEN, es reconocer esta riqueza que ya está en mí, y que desconozco, pues es de toda clase, y apreciar este don acogiéndolo, es un corresponder a un regalo que Dios me hace, no es egoísmo recibir lo que se me está dando, no es egoísmo decir, “me deseo…” lo contrario sería un desprecio.
Mi experiencia, que es la que quiero compartir, es que cuando me deseo TODO BIEN, ese deseo se hace realidad de muchas formas; sobre todo, en los momentos más o menos malos, ese Bien se hace presente inmediatamente como una lluvia suave sobre una tierra reseca, agotada y sin agua. Este deseo, incorporado ya a mi vida, va haciéndose realidad, me ayuda en todo lo que estoy haciendo, voy encontrando lo que necesito sin yo pensarlo. Tengo que decir que esa clase de bienes también son materiales, físicos, la riqueza de nuestro Padre es inmensa, y no regatea en concedernos lo que vamos necesitando. Unos días me lo repito más, otros menos, cuando me acuerdo o cuando lo necesito.
Veamos ahora el por qué de toda esta riqueza y de todos estos dones que Dios nos concede tan solo con que los deseemos en el TODO BIEN. Es lógico, cuando descubrimos que TODO BIEN es el mismo Cristo Jesús, Él es el BIEN, ésta debe de ser nuestra intención cuando la recemos, porque se convierte en una oración el desearse TODO BIEN; junto a un gran agradecimiento y acción de gracias. En Él están toda clase de bienes espirituales y celestiales, (también materiales, me dice mi experiencia) que nosotros vamos acogiendo.
Si continuamos leyendo los siguientes versículos, comprenderemos totalmente el porqué se nos dan tantos bienes, son para que seamos santos e irreprochables en el amor, para llegar a ser hijos de Dios en su Hijo Jesús, que es de donde procede todo don, en forma de derroche de gracia, sabiduría y prudencia. Para recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
Este Bien nos lleva a amar a los demás, deseándoles lo mismo que nosotros recibimos, creo que la bendición más completa que podemos dar a una persona es: “te deseo TODO BIEN” teniendo presente que ese Bien es Cristo Jesús.
Os invito a que os subáis al yate maravilloso, en el que se convertirá vuestro “Me deseo TODO BIEN”, para surcar vuestra vida, o en el bote salvavidas en los días y momentos difíciles. Sin olvidar nunca la compañía de Ntra. Sra. que Madre nuestra es, y se preocupa de todo lo que nos pasa.
Mari Muñoz
Madrid 15 de mayo de 2023