Oh Madre, te consagramos hoy todas nuestras plumas, las máquinas, las iniciativas y las fatigas del trabajo diario. Sobre todo, te consagramos nuestro ser: energías, inteligencia, voluntad y corazón. Somos tuyos, madre querida, y todo cuanto tenemos se lo ofrecemos a Jesús por mediación tuya (PR 172-173).
Beato Santiago Alberione