Te bendigo, Jesús, por la gran misericordia concedida a san Pablo al cambiarle de terrible perseguidor en ardiente apóstol de la Iglesia. Y tú, gran santo, obtenme un corazón dócil a la gracia, una completa victoria sobre mi defecto principal y una plena configuración de mi vida con la de Jesucristo (PR 209).
Beato Santiago Alberione