La vida religiosa es una vida de amor... Cuando se deja de vivir el ego... entonces se ama a Dios con todo el corazón, no con una parte; con toda la mente, no con una parte; con toda la voluntad, con todas las fuerzas, no con una parte. He aquí la persona que es verdaderamente de Dios, es decir, religiosa (APD56, 469).
Beato Santiago Alberione