Centro de toda la revelación es, si bien se mira, la persona adorable de Jesucristo. El Antiguo Testamento nos habla del Mesías que vendrá y el Nuevo Testamento del Mesías que ha venido, de modo que nuestra mente, leyendo los libros de uno y otro Testamento, se fija siempre en un único centro: el Maestro divino (LS 117).
Beato Santiago Alberione