Quien lee la Biblia se acostumbra desde ahora a contemplar lo que constituirá el objeto de su eterna felicidad, y apenas su alma se encuentre libre de este cuerpo de muerte, desplegará el vuelo hacia Dios, y como estará acostumbrado a contemplar los sublimes misterios, será pronto admitido a la visión de Dios (LS 255).
Beato Santiago Alberione