Los escritores sagrados no se apoyan en sí mismos, sino en Dios, y por eso tienen un espíritu de oración tan singular. Además, buscan al Señor, es decir, la gloria divina y la paz de los hombres, de donde procede su rectitud de intención. Estos dos elementos son esenciales para ser eficaces, para que el apóstol se santifique y salve a los hombres (LS 291).
Beato Santiago Alberione