A menudo escuchamos con falta de alegría, otra vez Navidad, una Navidad más, y ahora los niños en casa ¿cuánto trabajo vamos a tener?, las cenas en familia, ¿dónde iremos este año? nos toca ir primero a casa de tus padres, así nos podemos descuidar un poco de los niños.... etc
Pero
es difícil escuchar ¡que alegría, es Navidad! se respira amor, pero... en
cuantos lugares del mundo, ese amor no se siente, hay guerras, divisiones,
pobreza, llantos, ¿que sucede? ¿acaso no hemos aprendido que hemos de preparar
la Navidad, ¿lo hemos olvidado?, nos ponemos a preparar la cena de Nochebuena,
pero… ¿porqué? ¿es por seguir la tradición? o ¿realmente sabemos cual es el
motivo de tal celebración?
¡Cuánto
hemos de aprender aún! Miremos a los niños delante del misterio. A veces pienso que en su inocencia, ellos
comprenden más que nosotros. Los años nos han hecho dejar atrás esa capacidad
de maravillarnos, contemplar y agradecer.
Acaso
no es para maravillarse, contemplar, y agradecer, que el mismo Dios se encarne
en el seno humano de María, una mujer del pueblo elegida para ser la madre de
Dios, que no sabe como será aquello, pero pregunta, confía y acepta, Ella no
conoce varón, pero un varón la recibe y nos da ejemplo de prudencia y bondad,
al no querer repudiarla, escucha al ángel que le dice que no tema pues María ha
hallado gracia ante Dios, y que será la Madre del hijo de Dios. En nuestra
mente pragmática, no hay cabida para el asombro, ¿cómo puede ser? Sin embargo,
María y José, cada uno, escucha al Ángel y acepta lo que Dios ha dispuesto.
Gracias a su escucha y aceptación nos ha nacido un Niño, pobre entre los
pobres, en un establo, fuera de su casa en viaje para cumplir el mandato del
empadronamiento.
Y la
noche oscura, se llena de luz, ha venido al mundo nuestro Salvador, y Él no
renuncia a nosotros, no deja de venir a acampar en nuestros corazones, pero… ¿le
dejaremos quedarse? Hemos preparado durante el Adviento debidamente nuestro
corazón para acogerlo, de esa acogida nos damos cuenta que hay personas que
esperan nuestra llamada, nuestro saludo y de ahí surge la necesidad de
felicitarnos, de que seamos acogida de que no queramos ser más que el otro,
simplemente le brindamos nuestro afecto y rompemos distancias. Que hermoso
sería que todo esto siguiésemos viviéndolo, durante todo el año y cada vez
mejor. No, no es una Navidad más, es Navidad.
¡¡¡¡FELIZ
NAVIDAD!!!! QUE NUESTRO CORAZÓN SIEMPRE ESTÉ DISPUESTO A ACOGER AL SEÑOR Y
AYUDAR A LOS HERMANOS.