Hay hijas que sólo aman las chucherías, las flores, sus caprichos; otras, en cambio, aman a las almas, porque aman el Crucifijo, comprenden sus gemidos y leen en esas llagas chorreantes de sangre la historia del inmenso amor divino. ¡Corazones grandes y generosos, tan anchos que quieren salvar todas las almas! (FSP31*, 157).
Beato Santiago Alberione