El celo que no se basa en el amor de Dios es un celo egoísta, un celo que no es duradero ni meritorio, es un celo que no trae verdaderamente salvación. El celo que se basa en el amor de Dios es fructífero para nosotros y fructífero para los demás (FSP31*, 145).
Beato Santiago Alberione