Cuando san Pablo llegaba a un sitio, no aparecía allí para una conferencia ocasional, sino que se quedaba y formaba hasta obtener el consentimiento de la inteligencia, persuadir, convertir, unir con Cristo, encaminar a una vida plenamente cristiana. No se marchaba sino cuando tenía la certidumbre moral de que sus cristianos perseverarían (APim, 227).
Beato Santiago Alberione