Ni siquiera una hoja se mueve sin que Dios lo quiera, cuánto más lo que sucede en nuestro corazón, en nuestra mente, lo que a veces nos provoca humillación, a veces nos provoca ánimo. Es nuestro amorosísimo Padre celestial quien dispone o permite todo (APD56, 423).
Beato Santiago Alberione