La Familia Paulina en el mundo, y en
concreto aquí en España, celebró unida en torno al Altar, la Fiesta de nuestro
Fundador el Beato Alberione, en el 47 aniversario de su "dies
natalis" para el cielo.
Celebración que estuvo presidida por
nuestro Delegado P. Antonio Maroño, que amablemente nos ha permitido compartir
su homilía, e incluso resumirla, pero dada la riqueza de la misma, apenas se ha
resumido el inicio.
Comenzó diciendo como en cada celebración,
nos sentimos en intima y fraterna comunión con muchas personas a diversos
niveles:
Paulinos y Paulinas de todo el mundo, que
también están de fiesta en torno a nuestro venerado Fundador,
También estamos en comunión con la Iglesia
Universal, representada por el Papa Francisco, que contra viento y marea está
cambiando, para bien, el rostro de la Iglesia, y que no cesa de pedir que
recemos por él.
Y también en comunión espiritual con el
mundo entero.
La página evangélica de San Juan ,
capítulo 14 que se ha proclamado, nos presenta a Jesús como la
"Verdad", que se convierte en "Camino" que lleva a la
"Vida": "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", dice
Jesús: "Nadie va al Padre sino por mí". El Beato Alberione las
ha leído, meditado y, las ha comentado y las ha reiterado en numerosos
escritos.
Esta afirmación indica claramente, que por
medio de la Encarnación, Jesús se convierte en el puente que nos une a Dios
Padre, que es fuente de amor y de misericordia. Jesús nos puede mostrar al
Padre porque vive en íntima comunión con él, y la prueba de esta profunda e
íntima comunión de vida que se da entre él y el Padre, son sus palabras y sus
obras: "Creedme:-dice- yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no,
creed a las obras". Jesús nos muestra al Padre, no sólo con sus
palabras, sino con obras concretas, con acciones concretas en favor de la vida
y salud de las personas, especialmente las más pobres y más necesitadas.
Comunica el Reino de Dios, ya presente en el mundo, con gestos de amor, de
misericordia, de ternura de acogida; sanando enfermos, liberando endemoniados,
Hasta resucitando muertos...
Acoger a Jesús como “Camino, Verdad y
Vida”, significa hacer de Él el centro de nuestra historia personal, eclesial y
comunitaria. Y también significa asumir nosotros un estilo de vida dinámico,
movido por el amor, al servicio de las personas. En efecto, como oportunamente
nos recuerda el papa Francisco: «¡quien coloca en el centro de su propia
vida a Cristo, se descentra! Cuanto más te unes a Jesús, tanto más Él se
convierte en el centro de tu vida, tanto más Él te hace salir de ti mismo, más
te descentra y te abre a los otros» (Alegraos. Carta circular a los
consagrados y consagradas. Del Magisterio del Papa Francisco, n. 5).
El apóstol san Pablo, a quien hemos escuchado en la primera lectura, es uno de
los ejemplos más claros de la persona que coloca a Cristo en el mismo centro de
su vida. Siendo un fanático fariseo y perseguidor de los cristianos, descubrió
a Cristo en el camino de Damasco, y desde entonces, tan fuertemente Cristo se
convirtió en el centro de su vida, que llegó a escribir como hemos escuchado:
«Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). El
hecho de haber aceptado a Cristo como primera referencia en su camino de fe, lo
ha llevado a abrir su corazón a todos los pueblos, a salir de sí mismo para
servir a todos, como también expresa claramente en la primera carta a los
Corintios: «me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y
todo lo hago por causa del Evangelio, para participar yo también de sus bienes»
1Cor 9,22-23).
También el beato Alberione, como él mismo
relata en su autobiografía, “Las Abundantes riquezas de su gracia”, ha
colocado la causa de Dios y de su Palabra, de la Iglesia y de las almas, en el
punto focal de todas sus preocupaciones. Él mismo escribe que, cuando apenas
tenía seis años, le dice a su maestra de enseñanza primaria que de mayor quería
ser sacerdote, y que desde entonces, -tenía seis años-, orientó toda su vida en
esa dirección. Lejos de pensar en sí mismo, de procurarse satisfacciones
humanas, incluso legítimas, se volcó en su vocación sacerdotal para entregarse
por completo a la causa de Dios y de la Iglesia por la salvación de las almas.
Y así, teniendo como base de todo una profunda vida espiritual, sacerdotal y
religiosa, se hizo fecundo en obras, entre las que destaca, de manera especial,
su obra de Fundador, concretada en la Familia Paulina, con sus diez ramas. Cada
una de ellas tiene algunas características propias, pero todas ellas están
claramente orientadas a la santificación de sus miembros, y al anuncio del
Evangelio con los lenguajes y los nuevos medios de comunicación social. Así se
deduce claramente de sus mismas palabras en el libro UPS:
«La Familia Paulina -escribe el beato
Alberione- tiene una sola espiritualidad: vivir integralmente el Evangelio;
vivir en el Divino Maestro en cuanto Él es el Camino, la Verdad y la Vida; vivirlo
tal como lo ha entendido San Pablo, su discípulo San Pablo» (UPS 3, p.
187), para «hacer que el Evangelio llega a las masas» (AD 5). En
síntesis, queridos hermanos y hermanas, sólo abriéndonos y creyendo en Jesús,
que es Camino, Verdad y Vida, tal como nos lo presenta san Juan, y viviéndolo
como lo han vivido San Pablo y el beato Santiago Alberione, llegaremos a ser
fecundos apostólicamente, y seremos completamente felices.
En la Eucaristía que estamos celebrando,
Cristo se nos ofrece como pan partido y sangre derramada por la salvación de
muchos, que quiere decir todos los que se abren a él. Que también nosotros
seamos en Él, por Él y con Él ofrenda por la salvación de nuestros hermanos.