Esta semana corresponde a la resurrección de Lázaro, como siempre, invito a que se haga la reflexión personal, las que podemos encontrar en otros sitios, ésta misma que presento aquí, sólo serán medios. La mejor reflexión será la que cada uno haga con la ayuda del Espíritu Santo, Él conduce a cada persona, y en ello no hay reglas.
A mí en esta semana me llevó a fijarme en unos versículos que son los que comparto ahora:
Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo bien sabía que siempre me escuchas; pero lo he dicho por la gente que me rodea, para que crean que Tú me has enviado. “ (S. Jn. 11, 41-42)
Este Evangelio me lleva a mirar a Jesús de una forma nueva, como enviado del Padre
y como el mejor regalo que el Padre puede hacernos.
El Padre, envió a su Hijo y nos lo sigue enviando hoy, nos sigue regalando cada día a su Hijo, pero hay que atravesar la barrera que nos impide descubrir a Jesús en primer lugar, para después, creer que es el Padre quien nos lo ha enviado.
Jesús va a resucitar a Lázaro como prueba de que es enviado por el Padre, para que creamos en este envío, para Jesús es muy importante que creamos en Él.
Las delicias del Padre son su Hijo y si quiere compartirlas con nosotros enviándonoslo es porque nos ama, su amor de Padre no podemos ni imaginárnoslo.
En esta semana, seguir pensando en esta relación del Padre y del Hijo y en el amor que ellos nos tienen haciéndonos partícipes de ello.
Creo que lo único importante es el estar con el Señor, contarle nuestras cosas, pedirle ayuda por nosotros y por los demás, sobre todo en este tiempo de Pandemia, aunque cueste dedicar un tiempo, merece la pena.
La Palabra de Dios nos ayuda a que nuestra oración, ese estar con Jesús, sea auténtico, en esa doble vertiente personal, tú a tú con el Señor, y comunitario, nos abre a toda la Iglesia, al hacernos sentir miembros suyos.
Que María nos bendiga y nos acompañe durante toda la semana.