ama, quiere, ora sufre, muere y
resucita con nosotros. Como
Reavivar la fe, la esperanza y la caridad
Reavivar la fe, la esperanza y la caridad
De san José se podrían decir infinidad de cosas. Por
ejemplo, que fue el hombre del silencio (el Evangelio no nos transmite ni una
sola palabra suya); que fue el hombre de fe y de obediencia rápida a la
voluntad de Dios; el esposo fiel y el padre de familia totalmente entregado a
ella; el educador privilegiado, que tuvo a sus cuidados al Hijo de Dios; el
servidor fiel que proveyó con infinita diligencia para mantener a su esposa y
su hijo… Etc.
Nos conformamos con la síntesis de los aspectos que el cad. Gianfranco Ravasi, eminente biblista escribió hace un año por estas fechas, en un artículo titulado "San José, el 'desobediente' que cuidó de Jesús", -naturalmente, "des-obediente" a las leyes de su tiempo, para responder a la voluntad de Dios.-
Comienza constatando la escasez de datos que el Evangelio ofrece de san José, lo que ha provocado abundante literatura apócrifa -muy conocido es el Protoevangelio de Santiago-. Esto no impide que se pueda descubrir una figura de José interesante también para el hombre de hoy. Son Mateo y Lucas los que hablan de José el "artesano" -suele decirse "carpintero", pero el termino original significa más bien el artesano que trabaja la madera o la piedra -. De él aprendería Jesús el oficio que le convirtió en el "hijo del artesano". Gracias a este trabajo, la Sagrada Familia podía llevar una vida digna.
Después hace algunas observaciones muy interesantes sobre san José. Mateo presenta un retrato exquisito del Santo, que pensó incluso en librarse de una historia que lo superaba, despidiendo a María en secreto; pero al fin asumió toda su responsabilidad hacia ella y hacia el Niño que había de nacer, entregándose en cuerpo y alma a la realización del plan de Dios.
Renovar la fe, la esperanza, ý la caridad
Renovar la fe, la esperanza y la caridad
Reavivar la fe , la esperanza y la caridad
Martes de la V Semana de Cuaresma
V Domingo de Cuaresma
Domingo de la V Semana de Cuaresma
Jn 12,20-33
En aquel tiempo, entre los que
habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a
Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del
hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo
se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la
vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí
también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alma
está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he
venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían
que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido
por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe
de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba morir.
Reflexión personal
Las lecturas de este tiempo de
Cuaresma, a medida que se va acercando la Semana Santa y La Pascua te sobrecoge
por la ternura de las palabras de Jesús, parece que está triste por la muerte
que le espera, pero en el fondo, siente pena por la terquedad del hombre, por
ser tan torpe y no entender que Él ha venido a darnos vida y la vida la
rechazamos.
Nadie quiere morir. Pero nos estamos dando cuenta, en este tiempo de pandemia,
que no estamos lejos de la muerte, quizás a un pequeño paso, pero nos
preguntamos ¿qué valor le estamos dando a nuestra vida? ¿Somos conscientes de
que nuestros actos de amor valen más que todo lo conseguido por nuestras
propias manos? ¿Somos conscientes de que "perder la vida" como dice
Jesús en el Evangelio es darse a los demás? También hemos comprobado en este
tiempo de pandemia la generosidad de muchas personas, que incluso, han perdido
la vida (como es el caso de médicos/as y enfermeros/as) por salvar la vida de
otros.
Nuestro Señor Jesús ha venido a darnos la Vida, que es Él mismo, pero seguimos sin reconocerle. Su muerte fue un suplicio para Él, pero más le dolería nuestra indiferencia, nuestras ganas de vivir superfluas basadas en el egoísmo, la mentira y la manipulación. Pero todavía hay muchas personas en el mundo, que como el buen ladrón dicen: "Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino".
Renovar la fe, la esperanza y la caridad
Renovar la fe, la esperanza y la caridad
Después de la muerte de Herodes, el ángel se apareció de nuevo en sueños a José y le dijo: "Levántate , coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño" (Mt 2,20) José se levantó, tomó al niño y a su madre y volvieron a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que en Judea gobernaba Arquelao en lugar de su padre Herodes, José tuvo miedo. Gracias a un nuevo aviso recibido en sueños, fue a Nazaret. Así se cumplía la profecía: "se llamaría nazareno" (cfr. Mt 2,19-23)
Según la tradición, José, María y Jesús pasaron otros veinte años de trabajo y de sacrificio. José estuvo siempre cerca de su esposa y de su hijo adoptivo, desvelándose por ellos, y murió poco antes de que Jasús empezara la predicación. No presenció su pasión y muerte en el Gólgota; tal vez no hubiera podido soportar el atroz dolor de la crucifixión de su Hijo tan amado.
En tanto, apareció un edicto de César Augusto, que ordenaba el censo de toda la tierra (Lc 2,1). José y María partieron hacia la ciudad de origen de la dinastía, Belén. El viaje fue muy fatigoso por el estado de María, próxima ya a la maternidad. Belén aquellos días estaba lleno de extranjeros y José buscó en todas las posadas un lugar para su esposa, pero no tuvieron buena acogida, y María tuvo que dar a luz a su hijo en un establo (cfr. Lc 2,7) Algunos pastores, avisados por ángeles, acudieron para ver al Niño (cfr. Lc 2,16)
La ley de Moisés prescribía que la mujer, después del parto, permaneciera 40 días apartada si había dado a luz un niño y 80 días si era una niña. Después tenía que presentarse al templo para purificarse legalmente y hacer ofrecimiento, que para los pobres se limitaba a dos tórtolas o dos pichones. Si el niño era primogénito , según la Ley, pertenecía a Dios. José y María fueron al Templo para ofrecer a su primogénito al Señor. Allí encontraron al anciano Simeón que anunció a María: "una espada te traspasará el alma" (Lc 2,35)
Llegaron unos magos de oriente (cfr. MT 2,2) que buscaban al recién nacido, Rey de los Judíos. Al oírlo, Herodes se inquietó mucho y trató de saber dónde estaba el Niño para hacerlo desaparecer. Los Magos hallaron al niño, lo adoraron, le ofrecieron sus regalos y, para no encontrarse con Herodes, regresaron a su País por otro camino.
Cuando ellos partieron, un ángel se le apareció de nuevo a José y lo exhorto a huir: "Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo" (Mt 2, 13). José se levantó, aquella misma noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto (cfr. Mt, 2,14), un viaje de nada menos que unos 500 Km. La mayor parte del camino fue por el desierto, invadido de serpientes y con peligrosos bandidos. Tuvieron que vivir la triste experiencia de ser prófugos, lejos de su tierra, porque así se cumplía lo que había dicho el Señor por medio del Profeta (Os 11,1): " De Egipto llamé a mi hijo" (cfr. Mt 2, 13-15).
Renovar la fe, la esperanza y la caridad
Nuestra Hna. Mari, comparte con nosotros su reflexión de este Domingo IV de Cuaresma. Le agradecemos su participación que ella misma nos explica.
Mi reflexión, de tan solo dos versículos de este Domingo, se transforma en oración, una oración personal, que comparto para quien también la quiera hacer suya.
“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.” (S. Jn. 3,14-15)
Elevado por el
sufrimiento, para que yo tenga vida. Que cuando yo me encuentre aplastada por
el mal, sea capaz de elevar mi mirada hacia Ti.
Señor, ¡qué manera de
ser Rey! Ayúdame a comprenderte y a cambiar mi forma de pensar, ayúdame, Jesús,
a ser pobre, a despojarme de tantos hilos invisibles y visibles, que me impiden
acercarme a Ti
Que nunca me olvide de
mirar a mi salvación que eres Tú, Jesús, clavado en una cruz fría y desabrida.
Que todo lo frío y desabrido de mi vida lo una a Ti, y lo transformes en amor y
salvación.
Señor, nuestro pecado
no tiene nombre.
Señor, en la cruz nos expresas la máxima manifestación de tu amor. Mari Muñoz